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XII CITA DE LA INTERNACIONAL DE LOS FOROS DEL CAMPO LACANIANO « ¿LA ANGUSTIA CÓMO HACERLA HABLAR ? »

Argumento

Hoy en día la angustia, con diversos nombres, está en todas partes. Es un afecto experimentado por todos los hablantes y siempre lo ha sido. Lacan la situó en la categoría de los sentimientos que implican manifestaciones corporales mayores. ¿Por qué nos esforzamos en hacerla hablar en lugar de silenciarla, como hacemos con el uso masivo de ansiolíticos y otros tranquilizantes?

Esto se debe a que suponemos que tiene algo que decir, pero para eso es necesario encontrar la manera de hacerla hablar. Ya que, para el sujeto angustiado este afecto es una certeza, pero del orden de una indeterminación, un indecible sobre lo que la genera. Hacerla hablar, sí, pero aún es necesario que podamos creerle. Sobre este punto, la clínica analítica nos ha enseñado que la angustia es el único afecto que no engaña, mientras que todo senti-miente sobre su causa. Sin embargo, ¿cómo puede la angustia no engañar cuando para la persona angustiada, que la experimenta, su causa permanece enigmática? Es porque, a diferencia de otros sentimientos, que derivan metonímicamente con los significantes, ella permanece acoplada a lo que la produce, es decir, a un real. Su certeza clínica nos dice que se refiere, no al significante engañoso, sino a un real. De ahí la importancia de hacerlo hablar para identificar el real que está en juego para el sujeto que se ve afectado por él. Lacan lo hizo incluso tardíamente «el síntoma-tipo de todo advenimiento (avènement) de lo real[1]«. Nos corresponde a nosotros precisar las diferentes ocurrencias. Sin embargo, damos algunas orientaciones.  

Con esta fórmula, él engloba lo que hasta entonces había podido decir al respecto, incluyendo parte de las tesis de Freud. Concebida originalmente como efecto de la represión, resultado de la privación pulsional que ésta implica, en 1926 con Inhibición, síntoma y angustia y sus adendas, Freud invierte su tesis. La angustia se convierte en la causa de la represión, en su motor. Además del efecto de castración acompañado de la angustia de la falta, ligada a las primeras decepciones del niño frente al Otro parental que no responde a sus demandas, Freud amplía la angustia al efecto del encuentro traumático de toda neurosis. Es el efecto de una situación de desamparo –Hilflosigkeit– que deja al niño sin recursos en su encuentro real con la excitación pulsional y su demanda de satisfacción, causa de la represión y de la aparición de síntomas. La angustia de este primer trauma se convierte entonces en una señal de alarma, una advertencia de peligro.

Sin embargo, para Lacan, la angustia revela más que lo que Freud decía sobre la castración, porque más allá de la falta, ella toca la cuestión del ser del sujeto. Insistiendo en las coyunturas de la angustia, hace de ella el afecto del enigma relativo a la causa del deseo, ya sea del Otro o del sujeto. Su aparición resulta siempre que el sujeto se siente amenazado de no ser más que un objeto oscuro para el Otro. Este vacío de significación se encuentra también cuando el enigma concierne su propio deseo, sobre el que no tiene control, ya que el sujeto desea como Otro. Aquí la angustia se convierte en el índice del objeto a, en las relaciones que el sujeto mantiene con el Otro a través de las vías del amor y del deseo. Es lo que hace decir a Lacan que la angustia no es sin objeto. Y allí donde Freud vincula la angustia a la amenaza de castración y a su correlativa falta, Lacan invierte la tesis elaborando una nueva estructura de la angustia que surge cuando falta la falta. Efecto de extrañeza, «Lo Unheimlich es lo que surge donde debería estar el menos -phi[2] » de la castración.

Antes de diagnosticar «el ascenso al cénit social del objeto llamado por mí a minúscula[3]» como plus de goce, con el desarrollo del discurso capitalista, concibe «un cambio en el amarre mismo de la angustia[4]«, que del sujeto hace pura escisión. La hiancia subjetiva de un sujeto reducido al objeto en tanto que falta, subjetivamente destituido, donde su falta de goce es colmada por el plus-de-goce puesto a su disposición. La consecuencia es el surgimiento del clamor social que expresa el desamparo, el desvalimiento del parlêtre. A este real del objeto a, que no logra inscribirse en el Otro, el real de lo simbólico, Lacan extenderá las coyunturas de la angustia más allá del objeto, a lo real fuera de lo simbólico, que es lo que dice su definición de la angustia como «síntoma-tipo de todo advenimiento de lo real».

Medio siglo más tarde, nos interrogamos sobre la evolución de las formas de anclaje de la angustia en función de los discursos y del real fuera de lo simbólico. ¿La eco-ansiedad y la baja de natalidad en todas las sociedades industrializadas no serán los marcadores? Esto nos dice que la angustia es sensible a los discursos y la clínica nos enseña que el psicoanálisis alivia al sujeto. Pero, ¿cómo procede el discurso analítico? Ciertamente no de la manera que promueven las psicoterapias, por una gestión de las emociones, otro nombre para los afectos. La angustia es indomable, no se le puede ordenar irse a dormir.

Nos corresponde precisar qué hay del inconsciente, del lenguaje y del discurso que determinan la angustia, si queremos poder tratarla en la cura y luego decir cómo opera el discurso analítico.

Patrick BARILLOT
Mayo de 2023

Subtemas

¿Cómo hacerla hablar? 

  • Según sus anclajes contemporáneos
  • En el niño y el adolescente
  • Según los sexos

El tratamiento de la angustia según los tipos clínicos
El psicoanálisis y los tiempos de la angustia
La angustia fecunda


[1] J. Lacan, La tercera 1974.
[2] J. Lacan, El seminario, Libro X, La angustia, Buenos Aires, Paidós, 2007, p. 52.
[3] J. Lacan, «Radiofonía», Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 436.
[4] J. Lacan, «El acto analitíco», Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 402.


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